sábado, 25 de marzo de 2017

Puertas adentro de Editorial Columba: Entrevista a Ana María Lameiro



A lo largo de las décadas de los setenta y ochenta, la editorial Columba llegaría a la cumbre de la popularidad. Dirigida por Ramón y Claudio Columba, con Jorge Vasallo como jefe de Redacción y Antonio Presa como director de Arte, la editorial lograría vender millones de ejemplares. En las páginas de El Tony, Fantasía, D’artgnan, Intervalo y Nippur Magnum, dejarían su huella los mejores dibujantes y guionistas de todas las épocas.
Pero en el 2001, luego de más de setenta años de historia, la editorial cerraría sus puertas para siempre. Detrás de su escritorio en las oficinas del segundo piso, Ana María vivió el apogeo y la caída de la mayor empresa de historietas de nuestro país.


Por Walter Alarcón

¿En qué año ingresaste a editorial Columba?
Ingresé en septiembre de 1974 y me desempeñé como secretaria de Producción.

Para aquellos que no la conocieron ¿dónde estaba ubicada la editorial?
La editorial ocupaba tres pisos en Sarmiento 1889. El 2º era Recepción y Presidencia, el 3º. Contaduría y el 5º. Arte y Redacción.

En ese entonces, ¿eras lectora de historietas?
Cuando empecé no leía historietas, pero ávida lectora de libros. Por eso me daban a leer títulos que después adaptábamos, si es que me parecían buenos. No me acuerdo quien era el otro que también leía, me parece que Manuel Morini.

¿Recordas alguno de los libros que sugeriste?
Fueron tantos… casi todos los de Wilbur Smith; “Instantánea” de A. J. Quinnel; “El vestido de terciopelo” para Intervalo, generalmente yo elegía de aventuras, suspenso o ciencia ficción. Las novelas románticas nunca me gustaron, siempre me parecían lo mismo. Aún sigo siendo lectora de best sellers.

¿Qué era exactamente ser "secretaria de Producción"?
Ser secretaria de Producción era un embrollo. Coordinaba el trabajo de más de quince guionistas, para más de cincuenta dibujantes en ocho publicaciones mensuales. Armaba las fechas de salida de las revistas y sugería las de los Súper Álbum o las del Anuario.  También  la lista de historietas que salían en cada revista. Además de solucionar, o tratar de solucionar,  los problemas por falta de entrega del material. En ese caso la última palabra la tenían Vasallo o Presa. También, por supuesto, atenderlos a todos ustedes, escucharlos y contenerlos, ja, ja. ¿Qué fácil, no?






¿Cómo era un día típico en tu trabajo? 
Ningún día era típico, siempre había algún desaguisado (que antigüedad, delata mi edad) que solucionar. Teníamos dos carpetas: una de dibujantes y otra de guionistas. Después de llegar, si desayunábamos en la editorial, yo preparaba el té para Vassallo y para Claudio Columba. Algunas veces Claudio traía medialunas, pero siempre teníamos galletitas, gaseosas y también agua en la heladera. A veces mi mamá me llamaba temprano y como Claudio atendía el teléfono, mantenían largas charlas.  Ahora que lo pienso, no sé si mi mamá llamaba por mi o para hablar con él, ja, ja.
Después revisaba las carpetas, las listas de las revistas y comenzaba a llamar a los dibujantes para recodarles las fechas de entrega. También para pedir algún guión que necesitaba, o material para llenar tres páginas que me faltaban. Y, por supuesto, la llamada diaria a Robin Wood para saber si me había mandado los guiones. Hemos gastado millones en llamadas.

¿Y un día de entrega?
Un día de entrega... ¡Dios me libre y me guarde! No me acuerdo si era el segundo o el último jueves de cada mes…

Era el último.
Sí, ese día cerraba la entrega de originales para su posterior pago. Obviamente durante el mes también se entregaba dependiendo de las fechas de salida de las revistas, pero ese jueves era el último para poder cobrar a la semana siguiente.
Los guionistas entregaban semanalmente, y/o a pedido, porque Vasallo tenía que leer los textos, aprobarlos, mandarlos a arreglar o rechazarlos, por eso les convenía ir entregando.
Nosotros trabajábamos de 8:00 a 19:00, tenían todo el día para entregar, pero... a las 18:30 tenía a veinticinco monos, todos apurados tratando de entregar.
Al principio se pagaba por cuadro, o sea que tenía que contar los cuadros de la historieta y estos debían coincidir con la factura. Había cuadros dobles y simples y Ricardo Villagrán me volvía loca con la genial diagramación de sus páginas de Mark.  Ese personaje, con el cuerpo que parecía saltar de las páginas, ¿por cuantos cuadros valía? como verás era una tarea monumental.
Y aquí hago una aclaración para un señor que dijo que los guiones tenían que durar de José León Suárez a Constitución o algo así…

¿Te referís a algún usuario de redes sociales?
Sí. Los guiones tenían que tener no menos de 100 cuadros, y era así porque los dibujantes cobraban por cuadro. Por ese tipo de opiniones no seguí más el intercambio de conceptos, no valía la pena. Se veía que él está mejor informado que yo. En fin…

Acaso la frase de ese usuario provenga de una cita de Carlos Trillo: “Nunca soporté las revistas de Columba. Nunca pude leer ni una sola historieta de esa editorial. Eran historietas con mucho texto y aburridísimas. Sus editores tenían la teoría de que una revista te tiene que durar entre Once y Moreno”. Esos dichos se volvieron un lugar común, quizá por eso algunos aún los sostengan.
Seguro que sí. Trillo, Sasturain, algunos “críticos”; todos, en cada oportunidad que se les presentaba, hablaban en contra de nosotros





A propósito, ¿pudiste ver el reportaje que Sasturain le hizo a Robin Wood? ¿Qué sensación te produjo?
Fue un placer ver a Sasturain hojeando las revistas que siempre despreció. No le quedó más remedio que reconocer la obra de Robin Wood. Causaría gracia, si no fuera por todas las críticas que nos hizo a lo largo de los años.

Volviendo a los días de entrega, ¿cómo terminabas aquellos jueves?
Mi horario terminaba a las 19:00, pero por “mis niños” me he llegado a ir a las 21:00, y al otro día llegar a las 7:30 para recibir a los más rezagados. Entre ellos, un habitúe era mi querido Enio. Los  jueves me mandaba a su señora con las tintas (con la cual charlábamos largo y tendido), y el viernes él traía la máscara de color.

No sé si sabías, Enio fue primer dibujante con quien trabajé.
No me acordaba que trabajaste con él, para mí fue siempre Alarcón - Meriggi, “El dúo dinámico”, ja, ja. Sí, fue una hermosa época.

¿Cuáles eran los roles de Ramón Columba y Claudio Columba dentro de la editorial?
La presidencia la ejercía Claudio Columba. Ramón Columba se dedicada a las ediciones, era muy puntilloso con los detalles históricos, uniformes y armas.
Cada uno tenía su propia oficina. La de Ramón era toda de madera, con una biblioteca de pared a pared con un sillón verde con capitoné. En el escritorio tenia esas lámparas inglesas con la pantalla verde, todo bien ordenadito.
La de Claudio era un caos total,  papeles sobre todo el escritorio y diarios sobre el sillón. Una vez, cuando apenas había entrado a trabajar, le ordené toda la oficina, quedó hermosa. Cuando llegó Claudio casi le da un ataque, ja, ja. Me ordenó que no le tocara las cosas porque el dentro de su desorden  tenía su orden y así no encontraba nada.
Te cuento: un día García Durán me llamó para ver si se podía cambiar un arma porque no encontraba como documentarse. Consulté a Ramón y después de un ratito me dijo que citara a García Durán para la mañana siguiente. Conclusión: al otro día García Durán se llevó el bagaje de información de uniformes y de armas que usó “Aquí la legión” en toda su historia. Luego de ese día, los guiones salían con fotocopias del material que se mencionaba en el texto.

Si  Ramón Columba era quien se ocupaba de los contenidos y la edición, ¿cuáles eran las tareas de Claudio? ¿Se ocupaba de la gestión comercial?
La función de Claudio no la tengo bien definida. Sé que la idea de formar la distribuidora, “Toniter”, fue de él. También la de comprar los bosques para hacer papel.

La empresa tenía una actividad comercial que contemplaba todo el proceso de producción y distribución de las revistas, de allí proviene su sigla S.A.C.E.I.I.F.A ¿no?
Sí. Y de las siglas me acuerdo algunas: Sociedad Anónima Comercial Editorial Industrial Forestal Agrícola… creo.

¿Cómo era el carácter de cada uno de los hermanos?
Ramón Columba era lo que antes se conocía como “Bon Vivant”, todo un señor serio y muy amable. Para los cumpleaños, el día de la secretaria y fin de año nos regalaba perfume francés y flores, y él sabía cual nos iba bien a nosotras. La verdad lo extrañamos mucho cuando se fue de la
editorial y lamenté mucho su fallecimiento.

Muchos de nosotros estuvimos presentes en la ceremonia y el cortejo fúnebre en la Recoleta. Fue un día muy penoso. ¿Cómo recordás a Claudio Columba?
Claudio era todo lo contrario a Ramón.  Bien campechano, te tuteaba, sabía que familia tenías y siempre se interesaba por ellos. Cuando falleció mi mamá fue el primero que me dijo que no me preocupara por los gastos del funeral, que él me iba ayudar. Estaba con los ojos llenos de lágrimas, ya conté que él hablaba con mi vieja todos los días.

Volvamos a los buenos tiempos, estuviste en la época de mayor éxito editorial. ¿Cuál de todas las revistas tuvo más repercusión?
Las  más vendidas eran D´artagnan y Nippur Magnum, estaban cabeza a cabeza.







¿Quién decidía que personaje iba para cual revista?
 Vassallo leía los guiones y los distribuía en las distintas revistas, Presa decidía el dibujante.

Vos en particular, ¿tenías un personaje o autor preferido?
Mis personajes eran Mark y Savarese, y Robin mi guionista preferido. También me gustaron mucho los dibujos de Leopardi en la época negra de Nippur, cuando pierde el ojo.  Esos dibujos me parecieron geniales y la trama bárbara.

A mediados de los setenta Héctor Oesterheld pasó a la clandestinidad por su participación en Montoneros. Hubo un tiempo en que trabajó puertas adentro de la editorial ¿que recordas de él?
Lamentablemente lo conocí poco. Él estaba en el 5° piso y yo lo llamaba para la entrega de guiones. Creo, si no me equivoco, que en esa época hacía “Argón El Justiciero”. Siempre fue muy correcto y amable. Cuando Stella o Juan Carlos (quienes tipiaban los textos y armaban los globos) me llamaban al 5º, yo le subía un cafecito a él. Por desgracia un día no vino más y eso también convulsionó a Columba. Se hicieron todas las averiguaciones y no se logró nada de nada. No voy a entrar en detalles de esto, no me parece correcto después de todo lo que decían de la editorial. Lo único que te puedo decir es que nosotros tenemos la conciencia tranquila, tanto Ramón como Claudio se preocuparon por el asunto.

¿Qué es lo que decían de la editorial?
Tantas mentiras. Como esa serie ambientada en las oficinas de Columba, con esos tipos de traje y anteojos oscuros…

“Germán, últimas viñetas”, con Miguel Ángel Solá.
Sí, lamentable, nada que ver con la realidad. Era todo una gran mentira.

¿Cuáles fueron tus momentos más felices en la editorial?
Uno de los  momentos más felices fue algo personal. Después de siete años de casada quedé embarazada y en la editorial fue una revolución. La noticia  llegó hasta Robin Wood y, en mi honor,  hizo un capitulo de “Mi novia y yo”.  Lamentablemente con las distintas mudanzas perdí la revista, una lástima…
Me acuerdo cuando Ricardo Villagrán y Demian Parmeggiani fueron por primera vez a EEUU.  Me trajeron de regalo una moneda de un dólar con la cara de Kennedy, una hoz y el martillo. Era un ejemplar muy raro. También me mandaron una foto con las torres gemelas atrás.
Son muchos los recuerdos. Un día vino un tipo de la Marvel y Presa me dijo que ubicara a Meriggi y que trajera sus dibujos. Me lo pasé buscándolo por todos lados; hasta a los Villagrán movilicé. En esa época no existía el celular. No lo encontré, pero fijate ahora está trabajando con ellos.
Y ya que hablaste de Enio, también me acuerdo que a la única persona de la editorial que invitó a su casamiento fue a mí, así que viví todo el comienzo de esa familia maravillosa,

Si, tuve la suerte de conocer a Elsa, su esposa, y a  Ariel, su hijo, quien en aquel entonces era un bebé.
En unas vacaciones coincidimos en Mar de Plata y pasamos una semana bárbara con nuestras respectivas familias. Hasta su fallecimiento, de vez en cuando nos hablábamos, en especial para fin de año. Fue un golpe duro su partida. Un día llamé a su casa y Elsa me dijo lo que había pasado, no pude seguir hablando, me largue a llorar y no pude seguir. Disculpá este bajón.

¿Cuál fue el momento laboral más difícil?
Ver caer la editorial y no poder hacer nada para evitarlo. Un día vino Osvaldo Muller y me comentó que tendríamos que empezar a entrar en Internet. Me pareció una buena idea porque ya veía a mis hijos muy entusiasmados y ya no leían libros ni revistas.  Lo propuse a Presa y no me dio bolilla. Dijo que no estaban preparados, no que iba a funcionar y un millón de excusas más, lástima que no tuvo visión. También se lo dije a Claudio Columba y me remitió otra vez a Presa, así que ahí terminó la cuestión. Varios años después de cerrada la editorial me encontré a Claudio en un restaurant y él me vino a saludar.  Yo no lo había visto y me dijo: “La verdad Ana, tendríamos que haberla escuchado, usted tenía razón”. Pero ya era tarde, ¿no?

¿A qué razones atribuís la caída?
Un día aparecieron las hermanitas Méndez. Laura como jefa de Redacción, y Cristina leyendo los guiones, un disparate total, idea de Claudio. La verdad desde que Ramón se fue fuimos de traspié en traspié y así terminamos. Nadie le ponía límites a Claudio.

¿Sabés los motivos por los que Ramón Columba se fue?
Claudio le compró su parte de la editorial. Luego, lo que pasó entre ambos es privado y no me parece justo que se divulgue.

¿Qué opinión te merece el trabajo de Laura y Cristina Méndez?
Laura Méndez no podía dirigir la editorial, no sabía nada de nada. Menos aun Cristina.  Laura decía que quería mejorar las revistas y metió mano en las dos que más vendían, D'artagan y Nippur Magnum. Las ventas bajaron estrepitosamente.

¿Cómo llegaron a asumir esos cargos? ¿Tenían alguna experiencia en el manejo editorial?
No. Ninguna de las dos tenía experiencia, Laura era profesora de geografía, y mientras estuvo estudiando trabajaba como correctora en la Redacción. Cristina fue secretaria en la editorial y era la esposa de Claudio Columba. La verdad es que no sé como asumieron, ni idea.  
Como decía Mateo Bernáldez, el gerente  que estaba en el 3º piso, no sé si lo viste alguna vez: “Entre todos la matamos y ella sola se murió”.  Siempre me pareció un justo epitafio para la editorial.

¿Cómo se produjo tu salida de la empresa?
Un día me llamaron Laura Méndez y Presa. Me avisaron que la editorial se había vendido y me dieron a elegir si me quedaba o me iba. Me fui, como es sabido. La gente que la adquirió tampoco sabía nada de editoriales, eran dueños de una imprenta, no me acuerdo el nombre.

La imprenta era Rosso ¿recordas en que año fue?
1996, creo. Ya no me acuerdo, pero por ahí anda.

¿No hubo nadie que pudiera evitar todos esos errores de conducción?
Presa. Pero creo que ya estaba cansado de la editorial.  Él no tendría que haber dejado que se hicieran muchas cosas. Como socio tenia voz y voto.

Quizá no pertenecía a la mayoría accionaria. ¿Qué fue de “Blondatex”, la imprenta y de “Toniter”, la distribuidora?
La imprenta cerró mucho antes que la editorial ya que teníamos muchas devoluciones y no se pudo bancar más. Se pagó a todos los empleados lo que correspondía, Claudio sacó el dinero de su patrimonio. Y entonces empezamos a imprimir en la imprenta Rosso. Allí también se fue acumulando deuda, hubo un arreglo que desconozco y la imprenta se quedó con la editorial.
Toninter también pasó a la imprenta. Nos fueron a todos, o casi todos a los que estaban para jubilarse.

¿Qué pasó con Presa y Vasallo?
Vasallo se jubiló, Presa pasó a formar parte de la nueva empresa.

Pasemos a algo más grato. Hace un par de años Ramón Columba convocó en una reunión a todos los artistas y al personal de la editorial. ¿Cómo te sentiste en el reencuentro?
Fue una alegría enorme ver a todos nuevamente. Más que nada en la primera reunión, cuando Ramón aún estaba bien de salud y varios compañeros aún estaban entre nosotros.

Fue un gusto reencontrarte allí. ¿A qué te dedicas ahora?
Tengo un puesto en la feria de Devoto, hago pintura decorativa. ¿Viste? algo de ustedes se me contagió, ja, ja.

Doy fe que tus artesanías y pinturas son bellísimas. Muchas gracias por tu tiempo, Ana.
De nada, gracias por traerme todos los recuerdos.